Supongo que la frase del título del presente artículo es familiar para tod@s, en algún momento de nuestra vida la hemos mencionado o pensado o sentido.
Recuerdo que de niño era de los que no tenían mucho miedo para realizar ciertas acciones temerarias como saltar de una ruma de arroz a otra a unos 3 o 4 metros de altura, o perseguir a los camiones de caña de azúcar para arrancar unas cuantas cañas, o saltar obstáculos en la bicicleta o el caballo o el skate.
También recuerdo que no tenía miedo de enfrentar a las personas, es decir, si quería algo de los adultos iba directamente y se los pedía, soltaba lo que quería sin filtros, independientemente de las consecuencias, pero el tema era que no tenía “roche” de tomar acción y enfrentar la situación.
Sin embargo, ya en la adultez, me di cuenta de que convivía con un miedo instaurado que me frenaba ante determinadas situaciones, sobre todo, en aquellas en las que mi autoestima no me ayudaba mucho o mi ego se sentía amenazado. Decidí enfocarme en dos aspectos: la mente y las emociones.
La mente, porque las distintas experiencias que uno va acumulando desde su niñez, va generando paradigmas o modelos mentales bajo los cuales actuamos y nos desenvolvemos, donde se configuran ciertas alertas para reaccionar ante el miedo, las cuales quedarán en nuestra mente grabadas hasta que las cuestionemos, como parte de nuestro proceso de desarrollo personal. Las emociones, que confabulan con nuestra mente, dependiendo de que tan fuerte hayan sido las experiencias de miedo que hayamos vivido, pueden generar traumas que también limitarán nuestro desarrollo personal sino llegamos a cuestionarlas y entenderlas.

Dependiendo de cada persona, estos dos aspectos dominados por el miedo pueden llevarnos a vivir en un constante estado de ansiedad, de estrés o de inactividad, sin ninguna consecuencia positiva en el largo plazo en nuestra vida y de quienes nos rodean.
Una buena herramienta para salir de este domino del miedo y enfrentarlo es mediante el deporte, pues nos reta, nos saca de nuestra zona de confort, nos enfrenta con nuestras capacidades físicas y mentales, brindándonos la oportunidad de reconfigurar nuestras emociones. En mi caso, el surf me sirvió muchísimo para avanzar en este aspecto de vencer mis miedos, pero sobre todo en identificarlos, en llegar a la raíz del asunto y generar el cambio positivo para que dicha emoción sume y no reste en mi progreso personal. Descubrí el poder de la pasión como una gran herramienta para ir descifrando mis miedos: origen, causas, factores internos, externos, limitantes, riesgos y consecuencias.
Me di cuenta de que el miedo que tenía para realizar cosas nuevas, a experimentar, a salir de mi zona de confort, no era el que me paralizaba, el que me generaba estrés o ansiedad, el que me frenaba en mi progreso personal. El verdadero miedo que se había apoderado de mi era el de enfrentarme a mí mismo, el de descubrir quien soy y ser de esa forma, independientemente de lo que piensen los demás, del fracaso. Ese era el verdadero miedo que surgía desde el fondo de mis inseguridades y que no me permitía construir relaciones interpersonales sanas a largo plazo, pues siendo como otros nunca podría llegar a ser yo mismo.
Este miedo que menciono en el párrafo anterior supongo que se da en mayor o menor grado en todas las personas, y en las que se da en un menor grado, es probable que muchas veces ni se lo cuestionen, pues no sentirán que es una variable que les incomoda en su progreso (pero igual lo recomendable es cuestionarse y superarlo); sin embargo, cuando se da en un mayor grado, incluso como parte de un trauma emocional, sólo hay un camino posible: cuestionarte y cambiar.
Cuando inicias este proceso te das cuenta de que el miedo por sí solo no se sostiene, siempre está ligado a una inseguridad que tenemos, y cuando aceptamos esto, pasamos de tener miedo a sentir el miedo, que es el primer paso para poder controlarlo. En este estado de sentir el miedo vamos a evitar bloquear nuestra mente y reaccionar automáticamente, ya sea a través de la inacción, del aislamiento, de la depresión, etc. Más bien, vamos a generar el espacio necesario para cuestionar dicho miedo, a qué se debe, cómo surge, qué otras emociones están involucradas, que pierdo, que gano, hay incertidumbres, etc.
En resumen, aprender a sentir miedo y dejar de tener miedo, es una oportunidad tremenda para generar un cambio positivo en ti, te animo a hacerlo.
La verdad es que el miedo siempre está, acéptalo, es parte de nosotros, lo que debemos hacer es familiarizarnos con él, conocerlo y entenderlo. Hoy en día ante cualquier situación que siento miedo, lo primero que hago es sacar a mi niño interior, ese que no le tenía miedo a nada, luego dejo que entren a tallar mi corazón, mi razón y mis emociones en general (para evitar hacer una locura), midiendo bien los riesgos y, sobre todo, las consecuencias a largo plazo para mi y mis seres amados.
Con mucho amor y buenas vibras.
Me llegó al corazón, siempre te leo en el momento preciso. Gracias por compartir , y además con ejemplos tan bonitos como son tus propias experiencias. Que grande amigo!
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Gracias por leer y las mejores vibras siempre amiga, acá estamos para cuando necesites aclarar cualquier cosa de nuestra mente que es tan poderosa y el ego que es tan tentador…un besote!
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